Dejé el pasado atrás con una firme decisión, se acabó el maldito
juego de traidores y traicionados, de máscaras de falsedad e intereses, se
acabó de tonterías. Se acabó de ser bueno y malo. Me cansé.
Fue difícil, no lo voy a negar, pero así tenía que ser.
Sabía que tenía mucho que perder aunque confiaba en lo mucho que iba a ganar en
mi vida, en mi familia, en mí mismo. Hundido en la tristeza pero con el apoyo
de quienes me quieren; cerca estuve de tomar decisiones tan vitales como
erróneas, y menos mal que no lo hice, menos mal que decidí no darle la espalda
al pasado, condicionando lo que hoy soy y lo que hoy vivo. Menos mal que el mordisco
fue el correcto... Me sentía como quien exilia a la más absoluta soledad en
busca de sí mismo.
Marqué a tinta en mi piel aquel punto de inflexión, aquella
revolución interior necesaria, el inicio de mi nueva vida. Esta luna única, mi
luna. El momento en el que, sin saberlo, decidí encontrarme contigo, conocerte,
entregarme a ti y amarte el resto de mi vida, para darle a ésta el rumbo que no
encontré antes de que el cansancio se hiciese conmigo…